viernes, 16 de marzo de 2012

¡A triunfar!

A fin de cuentas, ¿para qué sirve un blog si no es para pontificar o para confesar cosas? Bueno, yo soy más de confesar, la verdad. Confieso que las semanas de exámenes en los institutos de secundaria me siguen sentando igual de mal que cuando era adolescente.

¿Conocen el chiste? Esa madre intentando levantar a su hijo de la cama y el hijo que no hay quien lo mueva, se niega y se niega. La madre intenta convencerlo: "Hay tres razones para que te levantes de la cama. Primera, es la hora y las clases van a empezar. Segunda, todos tus compañeros están ya allí. Tercera... ¡eres el director del colegio!"

Yo soy el profesor, teóricamente no debería afectarme de un modo personal el éxito o fracaso de los alumnos;  pero algo no debe funcionar bien en mi distribuidor de empatía. Me identifico tanto con los alumnos, que festejo cada uno de sus buenos resultados y sufro cuando recibo noticias de suspensos.

Esta identificación la he llevado al extremo de preocuparme no sólo por los alumnos que tengo en mis clases sino por otros que conozco en los institutos y percibo que podrían triunfar. Intento apoyarles, motivarles, etc.

Con el paso de los años he llegado a la convicción que esta enfermedad mía es incurable. No se resuelve con un curso tipo "aprenda a decir NO". Probablemente es parte de mi llamamiento a servir entre los jóvenes y adolescentes: acompañarles en sus éxitos y fracasos, echarles una mano siempre que pueda.

Así que desde aquí aprovecho para hacer una exhortación a mis alumnos: ¡currénselo ustedes en estos pocos días que quedan para el fin de trimestre! Háganme a mí la vida más fácil y ayúdense a ustedes mismos :-)