viernes, 16 de octubre de 2015

Lo esencial y lo accesorio

Renoir fue grande. Subido a la cresta de la ola de las corrientes pictóricas de su tiempo, gozó en vida de prestigio y de un considerable fortunón. Los últimos años de su carrera sin embargo se deslizó por la pendiente de la comodidad artística y creativa, empujado por problemas de salud.

Desde hace mucho tiempo existe una campaña contra Renoir a cargo de activistas partidarios de concienciar a la sociedad sobre la autenticidad del arte. Las obras del último Renoir, expuestas en muchos museos, no son un producto artístico. Al menos eso es lo que dicen los activistas y muchos críticos de arte les dan la razón. Se trata de meros productos comerciales.

No siempre las cosas están tan claras. ¿Dónde está el límite entre lo artístico y lo exclusivamente comercial? Yo, que amo un espectáculo tan genuino como es el circo, encuentro cada vez más inciertos esos límites.

Los circos pequeños y familiares han recibido como un mazazo la amputación progresiva de una de sus principales actividades creativas: los números con animales artistas. Un circo grande puede sustituir esos números por otros números contratados, que sean igualmente deslumbrantes en calidad, belleza o riesgo. Pero un circo pequeño tiene ya en principio que mantener a los animales, que no están autorizados a actuar, pero que son como parte de la familia. ¿De dónde obtendrá el dinero para además contratar nuevos números?

Así, ¿qué alternativas le quedan entonces al circo familiar? Una es convertir a todos los miembros de la familia en multiartistas, empleando a tope toda la energía física y mental, la creatividad y el ingenio. La otra, ofrecer cualquier cosa, aunque no sea circo, siempre que atraiga la atención y lleve público a los asientos: personajes de circo o televisión, ingenios mecánicos, réplicas de musicales, etc.

Por lo general se opta por una vía media: esforzarse a tope por elevar la calidad de lo que se sabe hacer, explorando nuevas habilidades, y a la vez incorporando reclamos que no son de circo.

La actitud purista e intransigente de los anti-Renoir creo que no puede trasladarse al mundo del circo. Mientras haya profesionales que ponen diariamente su vida en riesgo por el "más difícil todavía", nunca haré una mala crítica a espectáculo alguno por un quítame allá esas pajas (o esos Minions).




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