sábado, 24 de diciembre de 2011

No me gustan los villancicos



Navidad, la historia de un encuentro.

Dios mismo viniendo a nuestro encuentro, entrando en nuestras vidas.

Nada que ofrecerle... ¿o tal vez sí?

Quizás al Señor le gustaría que nos despojásemos de tantas cosas superfluas.

¿Te acuerdas de los que han perdido su salud, su libertad? Con ellos está el Señor.

Déjate alcanzar por esa sombra de luna, salta y brinca.

Si no te gustan los villancicos, escucha a Cat Stevens.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Modernidad (II)

Si traicionamos nuestros orígenes dejamos de ser lo que somos; pero si mantenemos la fidelidad podemos experimentar con cualquier cosa sin miedo alguno. Podemos atrevernos a explorar y emprender el camino hacia la modernidad.

El sociólogo Zygmunt Bauman caracteriza la modernidad actual como "líquida" frente a una pasada etapa de la humanidad definida como "sólida".

En tiempos de lo sólido, las cosas duraban y mantenían una misma forma permanentemente.

Ahora nuestra "modernidad líquida" disuelve lo sólido y propicia los cambios, las cosas fluyen y se transforman constantemente.

Los cristianos debemos afrontar el reto que nos plantea la modernidad desde la fidelidad al Evangelio. No somos llamados a mantener la solidez de un pasado remoto sino a expresar en formas cambiantes y fluidas la verdad del Evangelio de Jesucristo.

Podemos verlo en tres distintas áreas: la naturaleza de la Iglesia, la inclusividad y la liturgia.

Todos los intentos de construir nuevas formas de ser Iglesia, con estructuras renovadas, etc. han chocado con la realidad imperfecta de la naturaleza humana. Se han explorado prioritariamente dos caminos: construir una Iglesia institucional lo más perfecta posible (con sus jerarquías, burocracia, normas, etc.) o bien propiciar el entendimiento de la Iglesia como un acontecimiento que prime la experiencia, el momento. Pero el Evangelio nos enseña que la Iglesia en los primeros tiempos era vida compartida. No era ni vida reglada ni acontecimiento vital, sino camino compartido. Aquí se abre un territorio a explorar...

Lo mismo ocurre en el tema de la inclusividad y la apertura de la Iglesia: una Iglesia para tod@s. La Iglesia no puede ser obstáculo para el Evangelio sino canal por el que éste fluya. El Evangelio no está reservado para aquéllos que lo viven como yo lo vivo o son como yo soy.

(No defendemos esta postura desde la indiferencia sino desde la tolerancia. No se trata de aceptar la agenda ajena para aparentar modernidad sino ser consecuentes con las propias convicciones a la vez que respetuosos con las opciones vitales de los otros).

Por último, la liturgia de la Iglesia será moderna si permite que el hombre de hoy escuche la voz de Dios y entre en diálogo con Él. No se trata de hacer hablar a Dios como si fuera uno de nosotros, ni de imaginarle con nuestras mismas preferencias musicales (para sentirnos bien cantándole nuestras melodías).

Hemos de trabajar la liturgia para facilitar a Dios su deseo de revelarse a nuestros corazones y traernos paz. Por eso nuestra preocupación central ha de ser trabajar para entender y hacer entender el lenguaje de Dios.


lunes, 5 de diciembre de 2011

Modernidad (I)

Cuando en 1498 los portugueses llegaron a la India, y en particular al estado de Kerala, quedaron sorprendidos. Como muchos grandes imperios, sus expediciones militares o comerciales tenían un aroma también religioso. Era la motivación o excusa para justificar, en base a la voluntad divina, muchas empresas.

Sin embargo, en Kerala había encontraron muchos indios convertidos al cristianismo. Es más, aislada del resto de la cristiandad existía allí una potente Iglesia cristiana con 1500 años de existencia: la Iglesia de Mar Thoma (del apóstol Tomás).

Muchas leyendas sobre reinos cristianos ocultos había recorrido la Edad Media. Se les localizaba en el corazón de Africa o en remotos parajes asiáticos. Pero aquí no había un reino idílico sino una Iglesia bien activa y organizada.

La sorpresa de los portugueses se tornó perplejidad cuando empezaron a conocer más profundamente aquella Iglesia del apóstol Tomás. Sus sacerdotes estaban casados, no había imagen alguna en las paredes de sus templos. no sabían nada de doctrinas como la transubstanciación, el purgatorio o la confesión auricular. Sin embargo, la esencia de sus credos era exactamente igual a la de las Iglesias cristianas occidentales.

Cierta  modernidad en la que estaba entrando Europa en ese siglo XVI de la mano del cristianismo protestante la habían alcanzado ya en la India muchos siglos antes. ¿Cómo lo habían logrado? Bueno, del mismo modo que en Europa: acudiendo a los originales en lugar de a las copias. La Iglesia de Mar Thoma no elaboraba doctrinas, le bastaban los Evangelios. No aplicaba su creatividad a construir dogmas o levantar complejas estructuras eclesiales, sino a buscar formas signficativas de compartir las buenas noticias con su pueblo (mayoritariamente hinduista).

No estoy inventando una imagen idílica de aquella Iglesia. Sé que tenía (y tiene) muchos de los problemas y defectos que todos los colectivos humanos acostumbran a tener. Pero su historia certifica una mensaje bien actual para nosotros, intuido ya en la Reforma religiosa protestante: el secreto de la modernidad se esconde en la fidelidad a los orígenes.

Vale la pena desarrollar este argumento en una futura entrada.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Apenas Don Niceto

En España estamos pasando una crisis económica terrible, de tal forma que incluso la propia Administración no tiene dinero para pagar sus deudas. ¿Dónde se ha ido el dinero?

Bueno, no quiero ser demagogo pero hay indicios que una parte del pastel ha sido devorada por sociedades delictivas como la presidida por el Duque de Palma y yerno del Rey, el señor Urdangarín:

http://www.elmundo.es/elmundo/2011/12/01/espana/1322763614.html

En este país hemos tenido muy mala suerte con los Jefes de Estado de nuestro siglo XX.

Alfonso XIII fue un rey chapado a la antigua y cómplice de una dictadura militar que frenó la modernización de España.

Manuel Azaña, pese al prestigio intelectual del que suele gozar, gobernó sólo para una mitad de los españoles. Así, la otra mitad le montó una guerra civil y el país se desangró durante casi tres años.

El general Franco alcanzó el poder por la razón de la fuerza, edificando su régimen sobre el cadaver de sus enemigos. Mantuvo su autoridad mediante una combinación de miedo y desarrollismo económico, sumiendo al país en una mezcla de embrutecimiento y letargo.

Sobre el rey Juan Carlos prefiero no hablar por dos motivos: da igual lo que se diga de él, pues goza de inmunidad legal, y en todo caso los problemas legales me los podría buscar yo; así que mejor ser prudentes y no entrar en valoraciones.

Solamente una figura honesta, cargada de virtudes y defectos, destaca en este yermo de autoridad moral que ha sido la jefatura del Estado español en los últimos cien años.

Don Niceto Alcalá Zamora procuró hacer de España un país moderno, tolerante y democrático, conjurarando el fantasma guerracivilista que parecían perseguir con ahínco derechas e izquierdas.

Unos y otros se lo quitaron de en medio de forma vergonzante, tal como él mismo describe en sus Diarios, que este mes han salido por fin a la luz:

http://www.esferalibros.com/libros/librodetalle.html?libroISBN=9788499701110

Un libro que puede ser un inspirador regalo navideño, útil para conocer el devenir de un hombre bueno devorado por las circunstancias, cuya honestidad brilla con luz propia en un siglo de intensas sombras.