sábado, 28 de junio de 2014

Doce hombres sin piedad

Una de mis películas favoritas. Bueno, tal vez no sea muy cinematográfica porque la acción transcurre casi enteramente en una habitación de juzgado. Pero me da igual. Sigue siendo una de mis pelis favoritas.

Henry Fonda tiene una duda razonable, así que no puede condenar a muerte a alguien a quien todos los demás miembros del jurado ven como culpable. Vota inocente.

Podría haber quedado aquí, en minoría y testimoniando su negativa. Pero la decisión debe tomarse por unanimidad...

Así que al jurado número 8 solamente le quedan dos opciones: o cambiar su voto para que todo acabe o intentar contagiar su duda razonable a los restantes miembros del jurado, hasta lograr un veredicto unánime de inocencia.

Sí, una tarea ímproba... pero es lo que decide hacer.

Por supuesto yo no me creo el ombligo del mundo. Lo que yo pueda o no creer, lo que yo pueda o no hacer, tiene un efecto muy limitado. Pero me duele que en nuestros ambientes cristianos aún haya una abrumadora condena de la homosexualidad.

Yo tengo una duda razonable. Yo voto inocente.



miércoles, 25 de junio de 2014

Cinismo: fin de recorrido

Charles James Fox (1749-1806) fue un campeón del radicalismo británico. En un tiempo en que los liberales se habían domesticado hasta ser sólo conservadores partidarios del libre comercio, Fox y sus amigos batallaron por causas como la abolición de la esclavitud, la independencia de las colonias o la defensa de la Revolución Francesa. Fue un whig consecuente con su tiempo, nada acomodaticio, siempre en la vanguardia de los cambios que la sociedad necesitaba.

Pero si así fue en su vida pública, en su vida privada también resultó todo un personaje. Lo explica con detalle Walpole en sus Memorias sobre la vida de Carlos Fox, ministro de Inglaterra. Una biografía llena de anécdotas relacionadas con carreras de caballos, duelos y encuentros galantes. 

Una de las más cercanas amigas de Fox fue Miss Armstead, cortesana con la que llegaría a casarse, enamorados ambos, provocando gran escándalo. De ella escribió Walpole: "Hacía unos gastos extraordinarios, tenía dos coches y muchos criados. Convidaba a comer a toda la juventud más brillante de la corte y de la ciudad, y sin embargo no estafó a nadie".

Parece que Walpole quisiera criticar aquí con sorna la aceptación de la corrupción por la sociedad de la época. 

La vida de las clases privilegiadas en ese tiempo se presuponía corrupta, por eso la moralidad de Miss Armstead era digna de ser destacada. Ella compartía con su marido, en palabras del propio Walpole, "aquella filosofía que prefiere la perfección ideal a las cosas que la experiencia ha demostrado son convenientes".

Viendo hoy las noticias sobre el procesamiento de Cristina de Borbón pienso que por muchos años en este país todo el mundo se ha dedicado a hacer lo que le convenía, sin miramiento ni escrúpulo alguno, al amparo del socorrido "todos lo hacen ..." 

Quizás sea llegada la hora de poner fin a tanto cinismo y recuperar todos la virtud, de acuerdo a la concepción que de ella tenía Aristóteles (tan estimado por Fox): un hábito que arraiga al ser practicado.

 Pongámonos en marcha y que de verdad cada palo aguante su vela.



martes, 17 de junio de 2014

Al cuello

Me gusta mucho Farley Granger, fue un gran actor. Tal vez no fue una gran estrella pero sí un gran actor. Una de sus películas más emblemáticas fue La Soga, una historia muy al gusto de Hitchcock.

Dos estudiantes pretenden mostrar su superioridad intelectual cometiendo un crimen (estrangulando a un compañero) y escondiendo el cadaver en un arcón sobre el que celebrarán una cena, a la que invitarán a la familia del fallecido y a su profesor de la Universidad.

¿Se imaginan el resultado, verdad? La superioridad intelectual no fue suficiente para ocultar el crimen, para ocultar al muerto. Los delincuentes son descubiertos y probablemente les espere la horca. Ahora la soga va a estar sobre sus cuellos.

Pienso en esta película cuando contemplo la incapacidad histórica del liberalismo por articularse mínimamente en España. Creo que hay mucho de pretendida superioridad intelectual entre las causas de esta situación.

Esa superioridad intelectual no hace ascos a cenar sobre un cadaver, el cadaver del propio liberalismo, si eso refuerza el argumento de su superioridad: "España no nos comprende, por eso tenemos la razón".

A eso se le llama echarse la soga al cuello.


viernes, 6 de junio de 2014

Dicho y hecho

Este domingo una gran parte del mundo cristiano celebra Pentecostés. El relato que aparece en la Biblia sobre esa fecha que conmemoramos incluye un hecho excepcional: los discípulos de Jesús empezaron a hablar en nuevas lenguas y todos les entendían, cada cual les oía hablar en su propio idioma.

Esta semana hemos tenido la oportunidad de conocer a Desmond Tutu. Con un grupito de anglicanos catalanes celebramos un encuentro con él y tuvimos un tiempo de oración. La agrupación scout de Reus le puso una pañoleta del grupo y entonces le pedimos su bendición sobre los muchachos scouts.

Yo creí que daría su bendición en inglés y que sería cosa de cinco segundos: "God bless you! Peace be with you", o algo similar. Pero no. Se levantó de su asiento con la ayuda de su bastón y empezó a hablar en xhosa, su lengua materna. Es un idioma muy especial, pues incluye unos característicos chasquidos con los que se pronuncian ciertas consonantes (también llamados "sonidos de caballito").

La bendición fue larga. Tutu consiguió crear un ambiente electrizante mientras todos teníamos la cabeza inclinada y escuchábamos esos sonidos extraños, ese lenguaje que parecía llegar directamente del corazón de África, del orígen de los tiempos...

Evidentemente los muchachos no podrían traducir lo que dijo (ni yo tampoco). Pero todos salimos de allí seguros de lo que Tutu había dicho y hecho. Nos había puesto en contacto con Dios y todos lo habíamos entendido.