sábado, 22 de marzo de 2014

Como debe ser

Estaba a punto de montarse en su coche. Había acabado un acto más de campaña en un pueblecillo de la Catalunya que se alinea al pie de la carretera nacional 340.

Eran las elecciones autonómicas de 1988 y el Presidente Suárez se pateaba tierras catalanas pidiendo el voto para los candidatos del CDS.

Yo era un joven de 19 años que acompañaba al Presidente a todos los actos que podía. El CDS era un partido pequeño, todos hacíamos de todo en la campaña; y especialmente los jóvenes, que nos ofrecíamos voluntarios para cualquier tarea.

Alguien elevó la voz para preguntar: "¡Presidente! ¿cuántos escaños sacaremos el domingo?"

El presidente Suárez se giró justo antes de introducirse en su asiento y haciendo un gesto circular con sus dedos pulgar e índice unidos, sin dejar de sonreir, dijo: "¡Rosco!"

El coche arrancó y yo me quedé estupefacto.

Estábamos trabajando duro, muy duro. Quizás más que nadie el propio Adolfo Suárez. Y fuera de los focos, apenas siendo oído por tres o cuatro personas, cuando alguien le pregunta por su pronóstico electoral el Presidente apuesta por cero escaños. O sea, el fracaso absoluto. Frustrante.

Pocos días después la realidad hizo fallido este pronóstico. El CDS obtuvo tres diputados en el Parlament de Catalunya, ciertamente un éxito para un partido pequeño, sin recursos económicos ni humanos, sostenido casi en exclusiva por la ilusión de sus cuadros.

Me alegré, sí. Pero mi cabeza seguía dándole vueltas a aquel "rosco"...

¿Qué hacía ese hombre, antaño tan poderoso, derrochando abrazos y pronunciando discursos en los casinos de pueblos de comarcas, si creía que no íbamos a sacar ni un solo parlamentario?

Con la perspectiva del tiempo, he llegado a la conclusión que la conducta de Adolfo Suárez estaba arraigada en una firme moral kantiana. 

Una moralidad que no se nutre de la seguridad de la victoria ni persigue el propio interés. Una moralidad basada en el cumplimiento del deber.

Ése fue el lema de su partido, el CDS, al comparecer en sus primera cita electoral: "Como Debe Ser".

Adolfo Suárez se comportó como debe ser al desmontar un sistema autoritario y legalizar todas las opciones ideológicas.

Se comportó como debe ser al quitarse de en medio y dimitir cuando vio que nuestra joven democracia podía peligrar con su permanencia.

Se comportó como debe ser cuando se negó a tirarse al suelo y mantuvo la dignidad de todo un país frente a las armas de los golpistas.

Suárez creía que las reformas iniciadas en la Transición no habían sido suficientes. Así que allí estaba él, de pueblo en pueblo, pidiendo el voto para acabar la tarea inacabada, quizás inacabable...

Sin espacio para el desaliento, aunque el panorama se presentase poco alentador. 

Como debe ser.

Ahora que su vida se apaga, quiero agradecerle esa inspiración para seguir luchando con una sonrisa aun por las causas perdidas. 




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