martes, 4 de marzo de 2014

La tentación de prohibir

En mi ciudad el pleno municipal ha decidido prohibir que las personas se tapen la cara en lugares públicos. El alcalde ha dicho que en nuestra cultura las personas van con la cara destapada.

Dejando de lado el añadido del posible sentido figurado de la frase (que la volvería más falsa que un billete de 30 euros) el episodio no es más que otra vuelta de tuerca al afán prohibicionista.

Desde el intento de prohibir los animales en los circos, hasta las sanciones a la prostitución, las aceiteras en los restaurantes o el tabaco en los lugares públicos, todo se encamina a una apoteosis de la prohibición como forma de volver a sacralizar la política, en tiempos en los que los políticos están más que cuestionados. 

Un grupo de políticos decide que algo que un grupo de ciudadanos hace sería mejor (¿para quién?) que dejasen de hacerlo. Entonces ponen en marcha todo el peso de la maquinaria administrativa y estatal para conseguir su propósito.Se esperan aplausos.

Lerroux exhortaba en su juventud a sus ordas leales a invadir los conventos al grito de "elevemos a las novicias a la categoría de madres". Durante la II República fomentó la represión del sindicialismo. Murió siendo un propagandista del régimen de Franco y un entusiasta de las potencias del Eje..

Quizás no supo articular en una ideología concreta su gusto por la política de golpes de efecto, basada en la imposición de sus ideas; pero a eso mismo Emilio Gentile lo llamó fascismo ("la sacralización de la política por medios autoritarios").

Ocurre que la tentación de prohibir es más fuerte aún que la tentación por lo prohibido...

                           (Foto: matrimonio católico celebrado por el rito mozárabe)

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