domingo, 25 de enero de 2015

Cuando tienes un amigo que es un gran payaso

Dedicado a mis amigos D. Pedro y Fabrizzio.

Se afirma que los niños y los borrachos dicen siempre la verdad. Supongo que los niños por inocentes y los borrachos por inconscientes. Sin embargo, en esa afirmación falta un sujeto más: los payasos.

Roberto Benigni, el gran cómico italiano, reflexionando sobre la diferencia entre el oficio de payaso y el de actor, escribió: "El actor inventa o interpreta un personaje, mientras que el payaso encarna el suyo propio".

El payaso no representa ni miente y, sobre todo, no se miente a si mismo. Sabe de sus defectos y torpezas, y decide no excusarlos o esconderlos. Construye su propio personaje, no siempre sobre ellos, pero siempre contando con ellos.

Así lo explicaba Jacques Lecoq, el gran maestro del mimo y la interpretación: "Un día pedí a los alumnos que se pusieran en círculo -reminiscencia de la pista circense- y que nos hicieran reír. Uno tras otro, lo fueron intentando con payasadas, piruetas, juegos de palabras a cuál más fantasioso. ¡Todo inútil! El resultado fue catastrófico. Teníamos la garganta oprimida, una sensación de angustia en el pecho, todo aquello se estaba volviendo trágico. Cuando se dieron cuenta del fracaso, pararon la improvisación y se volvieron a sus sitios para sentarse, despechados, avergonzados, incómodos. Fue entonces, al verlos en aquel estado de abatimiento, cuando todo el mundo se echo a reír, no del personaje que pretendían presentarnos, sino de la persona misma, puesta así al desnudo. ¡Lo habíamos encontrado! El clown no existe por separado de la persona que lo interpreta”.

El payaso es transparente y en lugar de fabricarse una máscara destaca su nariz, muestra los colores de un sonrojo permanente, presume de un tupé narcisista o nos regala su más torpe resbalón; siempre fiel a si mismo y su verdad.

Ante la presencia del payaso quedamos confrontados con nuestros burdos intentos de enmascarar nuestra realidad y ocurre como en aquella historia que narraba Miguel Gila sobre la forma en que detuvo a Jack el Destripador cuando trabajó para Scotland Yard. El decía que lo había detenido a base de indirectas. Pasaba cerca de Jack y le decía: "Alguien ha matado a alguien" y otras insinuaciones semejantes, hasta que el Destripador se derrumbó.

La proximidad del payaso derrumba nuestras máscaras.

Me atrevo a decir más. Si el payaso es muy bueno-muy bueno, no hace falta que esté pintado ni actuando sobre la pista para que este efecto se produzca. Si para Lecoq el payaso no existe separado de la persona que lo representa, tampoco un gran artista puede abandonar su payaso en el camerino...

No es posible entonces la amistad con un amigo payaso y la pretensión de seguir conservando nuestras máscaras, como no es soportable para el hipócrita la proximidad del niño o del borracho.

Así que si la amistad ya es en si misma un tesoro, tener un amigo que es un gran payaso es la mayor de las fortunas porque nos regala la libertad de volver a ser nosotros mismos.


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