He tenido ocasión de conocer en estos convulsos años a varias personas de su entorno político y me ha dejado perplejo su creencia en verdades sostenidas por su propio peso.
Cuando he expresado mis dudas sobre el destino del proceso o la conveniencia y viabilidad de la independencia, se me ha respondido con un argumento muy poco liberal: inevitable.
Cuando tiempo después he vuelto a hablar con la misma persona, en su cara la perplejidad y en su boca casi un reproche: "¿Pero aún no estás convencido?" Como si el paso del tiempo hubiera de ser el agente definitivo para que toda duda se enterrase para siempre.
Me han educado con una mentalidad cristiana y liberal. Las cosas "inevitables" me suenan a trampa o imposición. Sólo a través del esfuerzo, y muchas veces del sacrificio, entiendo que se avanza en la solución de los problemas. Las causas más justas requieren aún más de transacciones, paciencia y aceptación de la incertidumbre.
Cuando en septiembre de 1955 el canciller Adenauer viajó a Moscú para rescatar a los últimos prisioneros de guerra alemanes, las negociaciones fueron muy duras. Tanto que el jefe de los negociadores alemanes, Hans Globke, dio a cada miembro de la delegación de Alemania varias cucharadas de aceite de oliva para aumentar su resistencia al alcohol. Hubo un momento en que las dos partes dieron todo por imposible y levantaron la reunión.
Adenauer se resistió a aceptar el fracaso. Rezó arrodillado durante horas en la única Iglesia católica de Moscú y se negó a partir. Las delegaciones volvieron a reunirse. Por fin, aun con muchas dificultades, se logró llegar a un acuerdo y Adenauer logró la liberación de los presos.
Espero que la jubilación de Artur Mas suponga también la jubilación política del simplismo y la jactancia, para dar paso a una nueva generación de políticos que se entreguen en cuerpo y alma en la defensa de una mayor justicia social para Catalunya y todos cuantos en ella habitan.
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