domingo, 31 de julio de 2016

Un Dios de Justicia y Convivencia.

Don Manuel estaba de rodillas, su cabeza encañonada por una pistola. Había sido sacado a rastras de su casa hasta la playa de Chipiona, cercana al santuario de la Virgen de Regla. Los pistoleros estaban llenos de odio y de celo fanático. Le hicieron una propuesta: debía convencerlos que creía en Dios o si no los convencía, moriría allí mismo.

Parecía algo grotesco. Don Manuel Giménez Fernández era catedrático de Derecho Canónico, padre de ocho hijos y activo propagandista de la doctrina social cristiana. Su compromiso con sus ideas le habían llevado hasta el Ministerio de Agricultura, en un gobierno republicano de carácter moderado.

Quizás era eso lo que no le perdonaban. Su proclamada fe cristiana le impulsó a buscar remedio a las injusticias del latifundismo. Su propuesta: expropiar pequeñas cantidades de tierra (con su correspondiente indemnización) a algunos grandes propietarios, asegurando así que quienes por siglos no habían tenido nada tuviesen al menos algo (aunque fuera poco). Por eso sólo, algunos le habían llamado "bolchevique". Para quienes creían que Dios era el garante del orden establecido, Don Manuel era de hecho un peligroso ateo.

Pero quizás otra cosa hacía aún más dudosa la fe de Don Manuel para los fanáticos. Era su proclividad a entenderse y colaborar con quienes pensaban distinto que él. Aunque fuera en la búsqueda de la paz, de un remedio para la mecha que se había prendido meses atrás y que acababa de estallar en forma de guerra incivil... Los fanáticos no entendían de estas sutilezas. "Aquel que colabora con quien cree algo distinto que yo, no puede ser que crea en lo mismo que yo creo". Y punto.

No han salido a la luz aún los diarios de Don Manuel Giménez Fernández. No sabemos todavía de qué forma pudo convencer de la autenticidad de su fe a aquella horda de bárbaros; pero los convenció.

"Buscad primero el Reino de Dios y su justicia". Es el consejo de Jesús. Dios desea que luchemos contra las injusticias y que construyamos un mundo de amor y convivencia.

Este fin de semana celebré la bendición del matrimonio de Musta y Pili. Dos personas de mundos muy diferentes pero unidas por el amor. La celebración, el banquete y la fiesta fueron un ejemplo de convivencia, un anticipo del Reino de Dios donde no habrá diferencias entre humanos.

También esta semana una persona que ha empezado a colaborar en nuestro Casal de verano me preguntaba por cuál es el motivo que me impulsa a trabajar entre adolescentes y jóvenes con tanto ahínco. ¿Se trata de una motivación religiosa? "No", le contesté. "Es por cabreo". Cabreo (enfado) ante las injusticias de la vida y de un mundo excluyente. Ese enfado me conduce a Dios, para preguntarle porqué tanta injusticia y también para pedirle ayuda para cambiar el mundo. Pero el desencadenante es mi reacción ante esa injusticia.

El Dios de Don Manuel era un Dios de Justicia y de Convivencia.

Algo de esto debió predicarles en aquella playa, en el aciago verano de 1936, con el dedo del fanático listo para apretar el gatillo.

Le dejaron ir.


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