Congratulations!

Vengo de la graduación de los alumnos de cuarto de Educación Secundaria Obligatoria en el Instituto Gaudí. Allí imparto clase de Educación Religiosa Evangélica y también paso varias horas haciendo guardias (supliendo a los profesores ausentes). No tengo ningún alumno de mi asignatura que curse cuarto y sin embargo he llegado a casa emocionado. 

El barrio Gaudí es un barrio duro y difícil. Su instituto de secundaria refleja abiertamente los graves problemas de la enseñanza en nuestro país. Muchos alumnos llegan al centro lastimados por la crisis económica y moral que padecemos, aterrizan allí desorientados tras un viaje en busca de mejor futuro, o reproducen mecánicamente los antimodelos que han ido encontrando en su entorno vital. 

Recuerdo empezar septiembre pensando en el mensaje que mi amigo el obispo Carlos pronunció cuando fui ordenado: mirar más allá, ver los peligros, y acompañar al pueblo mientras sortea los obstáculos. 

¿Sería posible vivir algo así con los chavales del Gaudí a un curso vista de su graduación?

Les tendí la mano. La agarraron fuertemente y descubrí que en verdad estaban deseando salir adelante.

Como un adolescente, casi como un alumno más, fui junto a ellos preguntando a otros profesores qué había que hacer para aprobar las recuperaciones; fui entregando dossiers, motivando a todos, festejando cada pequeña victoria... 

¿Qué estudiar al acabar cuarto? Ese fue también otro gran caballo de batalla, el escalofrío del temor a equivocarse en la decisión sobre el propio futuro...

Esta tarde, camino de la graduación sentía que, al permitirme vivir mi vocación, habían sido los propios alumnos quienes realmente me habían llevado a mí de la mano durante este año. 

Gracias muchachos por vuestra amistad en tiempos traicioneros de zozobras y naufragios. ¡Y muchas felicidades!