Preciado era santanderino, como Pepe Tonetti. También Tonetti vivió momentos de enorme desgracia mientras dedicaba su vida entera a hacer felices a los demás haciéndoles reir.
Dicen que la vida paga mal a sus obreros y es cierto.
Por radio escuchaba esta tarde un comentario de un oyente que decía: "Si hay Dios, debería disculparse con Manolo Preciado".
Lo cierto es que ni aún las buenas personas se libran de las tormentas de la vida.
Al menos los creyentes podemos poner nuestra esperanza en que algún día estaremos delante de Dios y le podremos preguntar por todas las cosas que no entendemos.
Mientras tanto, en lugar de preguntarnos "¿por qué a él?" pensemos en "¿por qué a mí no?" y aprovechemos la vida saludable que Dios nos regala para amar a nuestro prójimo.
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