miércoles, 5 de noviembre de 2014

Instantes dichosos

Llevo ya más de un año luchando para que no se prohíba en Catalunya el circo clásico (sí, el que incluye animales artistas en sus espectáculos).

En medio de todo el proceso he tenido oportunidad de hablar con varios políticos, entre ellos alguno con el cual tengo desde antaño una buena amistad.

Este amigo se sorprendía al verme a mí metido en semejante guerra y me preguntaba que cómo había llegado yo hasta allí.

Mi respuesta fue sencilla: he visto mucho circo, amo al circo y no voy a dejar solas a las gentes de circo,

Leyendo estos días a Schopenhauer he encontrado una respuesta, más elaborada que la que yo le di a mi amigo, sobre los efectos de la contemplación estética.

Dice Schopenhauer, refiriéndose a la estética en general, que aquellos que disfrutamos del circo"quedamos exonerados por un instante de todo querer, esto es, de cualesquiera deseos y preocupaciones, como si nos libráramos de nosotros mismos y dejáramos de ser el individuo que conoce el efecto de su constante querer, el correlato de la cosa singular para el que los objetos devienen motivos, pasando a ser el eterno sujeto del conocer avolitivo, el correlato de la idea." 

Remata Schopenhauer: "y sabemos que estos instantes en los cuales quedamos liberados del acuciante apremio de la voluntad, como si emergiéramos de la etérea gravidez terrestre, son los más dichosos que conocemos."

Ahí es nada. Palabra de Arthur Schopenhauer, el filósofo.

Verdaderamente así me he sentido desde niño siempre que he asistido a una función de circo.

De niño. cuando llegaba el circo a mi ciudad, me pasaba el rato ensimismado viendo cómo montaban la carpa y el pequeño poblado que surgía a su alrededor.

Siendo joven, en la universidad, buscaba todos los circos alrededor de Barcelona para pasar las tardes sentado en un banco junto a las caravanas, escribiendo en mi diario, sintiéndome un poco menos solo al abrigo del mayor espectáculo del mundo.

Ahora de mayor, cuando he conocido personalmente a muchas personas que forman parte del mundo del circo, aún me ruborizo cuando tengo oportunidad de estrechar la mano de alguna "estrella" circense...

Nunca he puesto un pie en la pista. La reverencio, la esquivo aún cuando el circo no esté dando su función y tenga que hacer algún recado en su interior, prefiero dar un rodeo; me sigue pareciendo tierra prometida para la que no he sido llamado.

Así que verdaderamente no importa lo que ocurra en este mes decisivo para el futuro del circo en Catalunya.

Yo no voy a dejar que el circo muera o que lo mate la ignorancia de unos o la desidia de otros, como ya ocurrió con muestras de cultura popular como la revista y los teatros ambulantes, antaño boyantes y hoy desaparecidos...

Seguiré, seguiré y seguiré luchando, porque no quiero que los "instantes dichosos" de los que hablaba Schopenhauer habiten el reino de lo efímero. ¡Hasta la victoria!


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