miércoles, 12 de agosto de 2015

Pioneros de la reconciliación (II)


En mi anterior entrada en este blog lamentaba el desdén de la "intelligentsia" de la España liberal (los "progres" de la época) ante la mano tendida por el cristianismo protestante en el siglo XIX. 

Me gustan los ejercicios de Historia-ficción, así que la siguiente y muy lógica pregunta sería ésta: ¿qué hubiera ocurrido si se hubiera producido una entente entre carlistas y protestantes? 

Bien analizado, no parece una sugerencia tan descabellada. 

La Iglesia católico romana utilizaba al carlismo como punta de lanza en la defensa de sus intereses, pero en todo momento procuraba estar a bien con la élite gobernante isabelina. 

La Iglesia Española Reformada Episcopal se proclamaba continuadora de la Iglesia española, visigoda y mozárabe. No reclamaba novedad teológica alguna sino que pretendía ser la genuina manifestación de una Iglesia española purificada de errores doctrinales y de complicidades con el poder temporal.

Carlistas y reformados compartían un legitimismo que les motivaba.

En Centroeuropa las masas campesinas fueron las que hicieron posible la apuesta de los príncipes luteranos por la Reforma. 

En Inglaterra fueron también los campesinos de las tierras comunales quienes vieron con más recelo la revolución puritana, en la añoranza de una monarquía que garantizase sus derechos históricos y que en la figura de Carlos I resultó demasiado titubeante.

El general Prim, al triunfar la Revolución Gloriosa de 1868, se reunió con Juan Bautista Cabrera (quien sería el primer obispo no católico romano de España) y le dijo que ya podía sentirse libre para recorrer España con la Biblia bajo el brazo.

Si las masas populares atraídas por el carlismo se hubieran propuesto no solamente purificar la vida política sino también purificar la Iglesia, al estilo del jansenismo del siglo anterior, España habría tenido su propio camino hacia la modernidad. Un camino marcado por el diálogo entre Tradición y Progreso en lugar de la imposición de soluciones maximalistas y excluyentes.

El apretón de manos entre Prim y Cabrera fue importante pero un abrazo entre Cabrera y Juan de Borbón y Braganza (Juan III) hubiera cambiado por completo nuestra Historia.



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