lunes, 10 de agosto de 2015

Pioneros de la reconciliación


En la España del siglo XIX ser fiel a las propias creencias religiosas significaba oponerse al liberalismo. La Iglesia Católica se comportaba como un bastión de la contrarrevolución y un enemigo férreo de toda doctrina liberal.

Por su parte, el liberalismo no podía entenderse sin su componente anticlerical. No había enemigo mayor para su causa que los predicadores que adoctrinaban a las masas en la añoranza del Antiguo Régimen.

El choque entre carlistas y liberales marcaría toda la Historia de  la España decimonónica.

Estuve visitando este fin de semana el Museo del Carlismo en Estella. Un lugar extraordinario, didáctico y apasionante, aunque eché en falta más información sobre la evolución ideológica del carlismo. 

El Concilio Vaticano II significó una sacudida para los legitimistas: de pronto entraban nuevos aires de libertad por las ventanas del catolicismo romano que revolucionarían su entendimiento de la fe. 

Los carlistas consecuentes evolucionaron hacia un progresismo filosocialista de la mano del pretendiente Don Carlos Hugo, a la vez que el liberalismo había mutado ya su anticlericalismo en una laicidad no beligerante (al menos en apariencia).

Pensaba en todo esto mientras me preparaba para predicar en la Iglesia anglicana de Pamplona, territorio carlista por excelencia. 

¿Cuáles fueron los orígenes del anglicanismo autóctono español? Un íntento por reconciliar Tradición y Progreso.

Juan Bautista Cabrera y los demás iniciadores de la Iglesia Española Reformada Episcopal querían construir un cristianismo que tuviese por enemigo no al liberalismo sino a la ignorancia espiritual. Un cristianismo arraigado en una tradición mucho más antigua que la Imperial e inquisitorial: el cristianismo de la antigua Iglesia española visigoda y mozárabe.

Tristemente, la España liberal no entendió el supremo esfuerzo de Cabrera y los suyos por reconciliar una fe sincera con el mundo moderno. Si el carlismo podía ser intransigente resultó serlo más aún el grosero anticlericalismo, incapaz de distinguir los matices entre las diferentes manifestaciones del cristianismo. La mano tendida por los anglicanos españoles fue acogida con educada indiferencia, cuando no desdén, por la "intelligentsia" de la España liberal, y este hecho está entre las causas que impidieron detener el horror de nuestra Guerra Civil.

Aunque fracasaron en su intento, me siento orgulloso de ser miembro de la Iglesia Española Reformada Episcopal y descendiente espiritual de aquellos esforzados pioneros de la reconciliación.



No hay comentarios:

Publicar un comentario