miércoles, 16 de enero de 2013

Valores liberales (IV): eficacia y eficiencia

Uno de los más populares chistes sobre la Unión Soviética tenía por protagonista a un hombre que solicita un coche. Acude a la oficina gubernamental y le dicen que debe depositar la totalidad del dinero en ese momento pero que el coche lo recibirá en diez años. Recorre varios departamentos de la Adminstración, rellena impresos y compra sellos, ingresa el dinero y llega por fin al último eslabón de la cadena burocrática.

- Muy bien, regrese usted a por su coche este mismo día dentro de diez años - le dice el funcionario.

- ¿Por la mañanma o por la tarde?

- ¿? Le estoy diciendo dentro de diez años... ¿qué mas le da a usted si es por la mañana o por la tarde?

- Es que ese día por la mañana viene el fontanero...

Un sistema como el de la Unión Soviética no cayó por su perversidad moral sino por su profunda ineficacia para satisfacer las necesidades de la gente corriente.

De nada servirá proclamar las virtudes de la democracia si la crisis hace saltar por la borda la eficacia de nuestro sistema político.

Cuando las personas perciben que no pueden alcanzar sus objetivos, que la inseguridad aumenta, los ambulatorios cierran, las coberturas sociales desaparecen, la ineptitud causa muertes (Madrid Arena), etc, entonces la patita por debajo de la puerta no parece un lobo. ¡Hasta a algunos les puede llegar a parecer un bombero!

No hay más alternativa democrática que la eficacia y ésta siempre va de la mano de la eficiencia, ése gran valor liberal del que muchos abominan.



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