lunes, 4 de agosto de 2014

Vivir (y matar) del cuento

"Vicios privados, virtudes públicas" es el título de un libro de Bernard de Mandeville en el que argumenta, a través de la fábula de las abejas,  que las virtudes públicas se asientan sobre pasiones tales como la codicia o el afán de poder, que pueden ser entendidas como vicios privados.

Para Mandeville perseguir dinero y poder ayuda por ejemplo a crear riqueza, pues quien busca el lucro debe ser capaz de crear algo que los demás necesiten o deseen.

No deja de tener razón Mandeville en los beneficios que la humanidad puede recibir de los vicios privados. Sin embargo, olvida los enormes perjuicios que también provocan.

No es virtud pública construir una sociedad en la que sus agentes principales reciban las mayores recompensas en base a un comportamiento no sujeto a valoración. Una construcción social de este tipo, donde las virtudes públicas sean simplemente resultado automático de los vicios privados, destierra la moral como guía para la virtud.

Si cualquier pasíón que me mueve, sin mesura alguna, redunda siempre en bien de todos, entonces no me he de preocupar de someter mis pasiones a la guía de mi conciencia.

Todo lo que haga o intente hacer, en virtud de una ley mágica de transformación, dará un resultado benéfico para la comunidad, por improbable que parezca a ojos de la razón. Así que cualquier cosa que yo quiera, simplemente porque yo la quiero, se convierte en buena.

He pensado en esto cuando he visto en la red esta genial parodia de la intro de la serie Friends.

No, decididamente un grupito de amigos que se dejan llevar por sus oscuras pasiones para conseguir sus descabellados propósitos no puede ser la base sobre la que construir una sociedad virtuosa.

Y, sin embargo, la sociedad se sigue creyendo el cuento, y deja el poder en manos de quienes lo aman en lugar de en manos de quienes lo temen...


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