sábado, 30 de agosto de 2014

Gracias amigo

Me tocó muchas veces en el cole estar sentado a su lado. Poníamos las mesas de dos en dos y con este compañero más de una vez estuvimos sentados juntos o bien sentados bastante cerca. No fueron pocos años: 11 años yendo a la misma clase.

No puede decirse que fuéramos exactamente amigos, porque yo tengo bastante cuidado en el uso de esta palabra, pero éramos buenos compañeros y nos entendíamos bien.

Por diversos motivos, y ambos sin mucha convicción, acabamos estudiando Derecho aunque en Universidades distintas. Yo nunca ejercí, pero él es un buen abogado que hace bien su trabajo. Puedes contratar sus servicios y no te equivocarás, es bueno.

Ayer fui a verle. El Departament d'Ensenyament me ha recortado tanto las horas que mi sueldo ya no es ni mileurista y yo no puedo hacer frente ya al pago de todas mis deudas.

No fui a pedirle trabajo, solamente en busca de consejo para ver de qué forma puedo hacer valer mis estudios de Derecho en el mercado laboral. La verdad es que yo nunca he sabido venderme bien, y no lo digo con orgullo precisamente...

En la conversación salió, como invariablemente ocurre, el tema de la gratuidad. ¿Qué sentido tiene hacer cosas en la vida si nadie te las va a pagar?

Me incomoda un tanto siempre que alguien me dice esas cosas, porque ciertamente parezco un poco un "pringao" o una versión mística de los "pagafantas". Jode. Pero tengo ya bastante asumidos estos comentarios.

Pensando ambos en voz alta y con la confianza del tiempo compartido durante la infancia, sí me sorprendió la reflexión que mi compañero de pupitre hizo sobre sí mismo:

"¿Sabes? Me gusta correr e ir en bici. Antes, cuando veía una piedra en el camino, la esquivaba y pensaba que los demás se apañen con el problema, que la esquiven como yo o se tropiecen... Ahora, no sé porqué, me paro y aparto la piedra a un lado. Debe ser la edad..."

No sé si es la edad, tal vez sí. Desde luego el paso del tiempo nos muestra el sufrimiento ajeno, no podemos excusarnos en la ignorancia... Luego es nuestra conciencia, despierta o no, quien nos ayuda a ponernos en la piel del que sufre o puede sufrir y nos encamina a la acción.

No sé si se dio cuenta mi amigo (ya vamos a llamarle amigo) que estaba haciendo eso conmigo. Ayudándome a remover las piedras que en mi propio camino dificultan un trayecto más seguro. Simplemente por conversar, por poner sobre la mesa nuestras trayectorias vitales y compartirlas, ya volví a casa más aligerado. Sí, con los mismos problemillas económicos, pero con mejor humor para afrontarlos y una nueva visión de mis posibilidades.

La banda Keane tiene una canción buenísima donde dice: "Mes estoy haciendo viejo / y necesito alguien en quien confiar (...) Me estoy cansando y necesito un lugar donde empezar".

Gracias amigo por detenerte y ayudarme a remover la piedra.

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