Fui ayer al cine a ver un excelente documental: "´Bebés". El primer año en la vida de cuatro niños muy diferentes: uno nacido en Namibia, otro en Japón, otro en Mongolia y el último en USA.
Siendo los niños muy diferentes en apariencia, acaban por hacer las mismas cosas: explorar su entorno, jugar, pelearse, aprender a caminar y hablar... Pero lo más interesante es que sus madres parecen calcadas.
Las madres del documental, un año después del nacimiento de sus hijos, parecen atadas a ellos por un cordón umbilical invisible.
Los padres aparecen y desaparecen: el namibio ni se ve, el japonés y el americano intentan apoyar a sus esposas, el mongol quizás es el más constante y decidido en su intento de emular a la madre o compartir su vida.
Sin embargo, son las madres quienes siempre están ahí.
El escritor vivo a quien más admiro, Francisco González Ledesma, convaleciente de un ictus casi mortal en un Hospital de Barcelona, escribió el pasado marzo: "No dedicarles el tiempo suficiente a mis hijas ha sido el gran pecado de mi vida" (http://www.elpais.com/articulo/cataluna/llegar/ser/11-1/elpepiespcat/20110326elpcat_13/Tes)
Miremos y admiremos a las madres, aprendamos del tipo de amor que ellas gastan con sus hijos, y vayamos a la Fuente de ese Amor para beber nosotros también de él. Así, sea que seamos madre, padre o hijo, lo seremos amorosamente.
Paco González Ledesma exagera. Sus compañeros de profesión sabemos que ha sido siempre un padre ejemplar. Lo testimonia su hijo, Enric González, corresponsal de El País en Jerusalén. Tratándose del gran Silver Kane, no podía ser de otro modo.
ResponderEliminarEstoy seguro que en realidad ha debido ser muy buen padre. Solamente quien ama lamenta no haber amado más. Quien no ama no da importancia a la medida.
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